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miércoles, 29 de enero de 2020

DIOSES Y CABALLEROS

Novela y épica son justamente lo contrario.

 El pasado épico no es nuestro pasado, es un pasado ideal en donde los hombres eran mitad dioses. Cuando la visión del mundo que el mito proporciona es derrocada del imperio sobre las ánimas por su hermana enemiga la ciencia, pierde la épica su empaque religioso y toma a campo traviesa en busca de aventuras. Caballerías quiere decir aventuras: los libros de caballerías fueron el último grande retoñar del viejo tronco épico. El último hasta ahora.

El libro de caballerías conserva los caracteres épicos, salvo la creencia en la realidad de lo contado. También en él se dan por antiguos, de una ideal antigüedad, los sucesos referidos.
El libro de imaginación narra; pero la novela describe.

La narración es la forma en que existe para nosotros el pasado, y solo cabe narrar lo que pasó, es decir lo que ya no es. Se describe lo actual. Por otra parte en la novela nos interesa la descripción, precisamente porque no nos interesa lo descrito. Desatendemos a los objetos que se que se nos ponen delante para atender a la manera de cómo nos son presentados. Ni sancho, ni el cura, ni el barbero, ni el caballero del Verde Gabán, ni Madame Bovary, ni su marido, ni el majadero de Homais son interesantes. No daríamos dos reales por verlos a ellos solos. En cambio, nos desprenderíamos de un reino en pago a la fruición de verlos captados dentro de los dos libros famosos.

La narración tiene que justificarse por su asunto, y será tanto mejor cuanto más somera , cuanto menos se interponga entre lo acontecido y nosotros. De modo que el autor del libro de caballerías, a diferencia del novelista, hace gravitar toda su energía poética hacia la invención de sucesos interesantes. Estas son las aventuras.

 Si hoy pudiéramos leer la Odisea como una relación de aventuras; la obra perdería sin duda nobleza y significación, pero no habríamos errado por completo su intención estética. Bajo Ulises, el igual a los dioses, asoma Sindbad el marino, y apunta, bien que muy lejanamente, la honrada musa burguesa de Julio Verne.

La proximidad se funda en la intervención del capricho gobernando los acontecimientos.

La aventura quiebra como un cristal la opresora, insistente realidad. Es lo imprevisto, lo impensado, lo nuevo. Cada aventura es un nuevo nacer del mundo, un proceso único.
¿No ha de ser interesante?

Aquí comienza la aventura, mi aventura, un viaje por las aventuras de los hombres, aventuras nacionales, con sus fantasmas y misterios, aventuras oscuras, dogmáticas, aventuras constitucionales y restauraciones aventureras. Aventura de clases confrontadas, de facciones irreconciliables, sectarismo aventuro y camarillas del inmovilismo.

La aventura de la vida, la de un país, la de divagar  con palabras bien sonantes, la de comprender la misma, la de aprender mientras se aventura uno. La de equivocarse para aprender, la de buscar aventuras, la  del Camionero de la alegre figura

hierro muchas veces,  si no fuera así, no sería una aventura


El Camionero de la alegre figura.