El pasado épico no
es nuestro pasado, es un pasado ideal en donde los hombres eran mitad dioses. Cuando la visión del mundo que el mito proporciona es
derrocada del imperio sobre las ánimas por su hermana enemiga la ciencia,
pierde la épica su empaque religioso y toma a campo traviesa en busca de
aventuras. Caballerías quiere decir aventuras: los libros de caballerías fueron
el último grande retoñar del viejo tronco épico. El último hasta ahora.
El libro de caballerías conserva los caracteres épicos,
salvo la creencia en la realidad de lo contado. También en él se dan por
antiguos, de una ideal antigüedad, los sucesos referidos.
El libro de imaginación narra; pero la novela describe.
La narración tiene que justificarse por su asunto, y será tanto
mejor cuanto más somera , cuanto menos se interponga entre lo acontecido y
nosotros. De modo que el autor del libro de caballerías, a diferencia del
novelista, hace gravitar toda su energía poética hacia la invención de sucesos interesantes.
Estas son las aventuras.
Si hoy pudiéramos leer la Odisea como una relación de
aventuras; la obra perdería sin duda nobleza y significación, pero no habríamos
errado por completo su intención estética. Bajo Ulises, el igual a los dioses,
asoma Sindbad el marino, y apunta, bien que muy lejanamente, la honrada musa
burguesa de Julio Verne.
La proximidad se funda en la intervención del capricho
gobernando los acontecimientos.
La aventura quiebra como un cristal la opresora, insistente
realidad. Es lo imprevisto, lo impensado, lo nuevo. Cada aventura es un nuevo
nacer del mundo, un proceso único.
¿No ha de ser interesante?
Aquí comienza la aventura, mi aventura, un viaje por las
aventuras de los hombres, aventuras nacionales, con sus fantasmas y misterios,
aventuras oscuras, dogmáticas, aventuras constitucionales y restauraciones
aventureras. Aventura de clases confrontadas, de facciones irreconciliables,
sectarismo aventuro y camarillas del inmovilismo.
La aventura de la vida, la de un país, la de divagar con palabras bien sonantes, la de comprender la misma, la de aprender mientras se aventura uno. La de equivocarse para aprender, la de buscar aventuras, la del Camionero de la alegre figura
La aventura de la vida, la de un país, la de divagar con palabras bien sonantes, la de comprender la misma, la de aprender mientras se aventura uno. La de equivocarse para aprender, la de buscar aventuras, la del Camionero de la alegre figura
hierro muchas veces, si no fuera así, no sería una aventura
El Camionero de la alegre figura.