DON
CANSINOTE
DE LA JANDA
CAPITULO PRIMERO
Que
trata de la profesión y dieta, condición y carácter del famoso camionero Don
Cansinote de la Janda.
En un pueblo de la Janda, cuyo nombre barba
tenía, no ha mucho tiempo de Vejer
que vivía un camionero de los de caja manual y caballos en Pegaso. Cortas y largas con pulgar y yema de dedos, las fases con
un gesto habilidoso.
Una fiambrera de algo más de arroz que de calabaza,
morcilla, pan del campo de Alcalá, mojama los domingos y manteca
colorá. Para la nacional el resto, en la semana menú del día, sopa de gallina
las más noches, latas de atún y fabada, camping gas también para el café con
sueño, por las mañanas con leche y tostá. Un Lee como tejano para las fiebres
de los sábados noche, una camisa de los gitanos, pijama de franela de algodón,
fino en verano, mantas de Alpaca y vellorí en la litera del camión.
Tenía en la casa a su madre María que
pasaba de los sesenta, un galgo y cuatro ovejas, un caballo percherón, una
pandilla de gatos que eran un montón.
Un trapero para el plomo y el cobre, un
lavadito de vez en cuando al Pegaso
que de polvo se cubría, todo esto había
en la famosa chatarrería. Rozaba la edad
de nuestro camionero con los cuarenta años, era de hechura recia, enteco de
carnes y enjuto de rostro; gran dormilón
y amigo de los animales. Dicen las malas lenguas que tenía el sobrenombre de cansado o tabarra, aunque por
conjeturas verosímiles se deja a entender que era por su apellido cansino. Es ,
pues, necesario saber, que este sobredicho camionero, los ratos que estaba
ocioso, que eran los más del año, se daba a leer libros, cómics y revistas de
muy interesante , y lo hacía con tanta atención, gusto y descubrimiento, y
llegó a tanto su curiosidad y atino en esto, que vendió toda la chatarra que
pudo para comprar libros y comics en que leer; y así llevo a la
chatarrería todos cuantos pudo haber y
recibir por correo; porque en los pueblos pequeños de la provincia de Cádiz no
habían comic en los kioscos, ni apenas librerías; y de todos ninguno le pareció
tan bien como el que compuso el famoso
Miguel de Cervantes: porque la claridad de su prosa, y aquellas intrincadas
razones suyas le parecían de cómic; y
más cuando llegaba a leer aquellas aventuras con ilustraciones tan de tira que
eran como un suspiro gráfico entre tan rico texto, donde en muchas partes
hallaba escrito: “ No hay para que andéis mendigando sentencias de filósofos, consejos de
la divina escritura, fábulas de poetas, oraciones de retóricos, milagros de
santos. Procurad también que, leyendo nuestra historia, “el melancólico se mueva a risa, el risueño
la acreciente, el simple no se enfade, el discreto se admire de la invención,
el grave no la desprecie, ni el prudente deje de alabarla”. Y entre delicadezas bien sonantes, nuestro
camionero se imaginaba siendo él, “el remedio de los confundidos y asustados,
el socorro de los legos, el amparo de los adoctrinados, el consuelo de los
marginados y el desfacedor de agravios”.
Con estas y semejantes razones recuperaba el agraciado camionero el juicio,
y sin desvelarse , y durmiendo lo que el cuerpo y la mente le pedía, se fueron
alojando en sus sentidos las riquezas literarias en forma que, reestructurando
y creando nuevas sinapsis y neurotransmisores, no creyera el más mata-sanos, ni diera crédito
el más santurrón.
No estaba muy bien con
que muriera al final Don Quijote, pero comprendía que sin ella no lo amaríamos
con tristeza. Ni con los golpes y mamporros que recibía, pero lo imaginaba en
un cómic , y en él, como en la
tragicomedia los porrazos y puñadas formaban parte de la gracia , pero
con todo alababa en su autor aquellas desventuras, y como Cervantes había
inventado una forma que hoy tan bien se adapta a un cómic por números, nuestro
camionero se deleitaba pensando en el cómic del Cairo, en donde venían cada
quince días las historietas de Velvet, un galán nocturno de casinos, o el del
Víbora, en donde, entre otras, venían las aventuras del Niñato, un niño metió en bulla antiaquel-sistema que tenía al
sargento Lopera pisándole los talones
por toda Barcelona, y muchas veces le vino deseo de tomar unas herramientas y
arreglar el Pegaso que tenía castigado
en un trastero de la vieja almadraba, y sin duda alguna lo hiciera ya, si no
tuviera antes que vender lo que fuese menester para tal fin.
CONTINUARÁ ,,,,